Nostálgico y nocturno, el tango se instala en cualquier parte llevando su pasado porteño allá donde se escuche y el viejo Buenos Aires aparece en el rincón, iluminando las mesas y las copas, faroleando en la cabeza como las luces de un boliche de arrabal.
En Salamanca, un bandoneón, un contrabajo, un piano y una flauta han tocado este viaje una y otra vez, innovando el clásico con sabiduría y pasos certeros, renovando en su melodía las canciones del pasado sin apearse del origen. Por la música de Tango Zero viaja el ajetreo del arrabal, el chamuyo del vendedor de periódicos, el calor de la romería con todo su elemento maleante. Cada línea del pentagrama es un viejo camino que se transforma.
Los muchachos de Tango Zero han hecho muchos viajes por el tango y en el más difícil de todos han perdido su voz, Amador, cantante de la noche, amador del tango puro y puro ingenio en blanco y negro que ha dejado al pie del escenario una flor muda.
Al Chinchorro le brindan su nuevo viaje, sin arrugarse, sin olvidar nada, para llevar sus canciones en cada instrumental y marcarse una milonga que anime el baile al otro lado del tango.
Nostálgico y nocturno, el tango se instala en cualquier parte llevando su pasado porteño allá donde se escuche y el viejo Buenos Aires aparece en el rincón, iluminando las mesas y las copas, faroleando en la cabeza como las luces de un boliche de arrabal.
En Salamanca, un bandoneón, un contrabajo, un piano y una flauta han tocado este viaje una y otra vez, innovando el clásico con sabiduría y pasos certeros, renovando en su melodía las canciones del pasado sin apearse del origen. Por la música de Tango Zero viaja el ajetreo del arrabal, el chamuyo del vendedor de periódicos, el calor de la romería con todo su elemento maleante. Cada línea del pentagrama es un viejo camino que se transforma.
Los muchachos de Tango Zero han hecho muchos viajes por el tango y en el más difícil de todos han perdido su voz, Amador, cantante de la noche, amador del tango puro y puro ingenio en blanco y negro que ha dejado al pie del escenario una flor muda.
Al Chinchorro le brindan su nuevo viaje, sin arrugarse, sin olvidar nada, para llevar sus canciones en cada instrumental y marcarse una milonga que anime el baile al otro lado del tango.